Salvador
El problema es que pensamos en él como un problema.
El cine español, digo. Un problema, según las matemáticas, es algo que tiene solución a la que se llega mediante una serie de algoritmos. Los "algoritmos" para solucionar el problema del cine español (¿tiene un problema o es un problema?) vienen en forma de superproducciones "salvadoras" estrenadas entre Almodovares y Amenabares. Me gustaría dejar el símil cine-matemáticas a un lado, pero es que en los dos las cifras mandan y en los dos hay axiomas. Uno de los más olvidados del cine es que el público no es tonto. O como le decía Lubitsch a Billy Wilder: deja que el público sume dos y dos; te querrán siempre.
Es posible que "Salvador Puig Antich" sea una película política. Al fin y al cabo el protagonista es un joven anarquista condenado a muerte en un régimen fascista. Pero si esa era la intención de Manuel Huerga, fracasa ya que los acontecimientos que narra hacen que se te quede el estómago del tamaño de una nuez. Vamos que llegado el momento de la verdad eres incapaz de recordar qué llevo a Salvador a esa sucia habitación. Para que esto ocurra el dinero no es suficiente. Hace falta lo que tiene "Salvador...": buen guión, gran dirección y mejores actores. Todo lleva a construir algunas escenas enormes cinematográficamente hablando (el primer atraco, la última escena de Salvador con sus hermanas, Leonardo Sbaraglia, el verdugo.
Supongo que conseguir esto, que te metas en la piel de los personajes, disfrutando y sufriendo como ellos es lo más difícil del mundo. Pero a una película no le puedes pedir menos. "Salvador Puig Antich" lo consigue: es algo enorme.