martes, octubre 25, 2005
lunes, octubre 17, 2005
Pasión de Gavilanes
Hace menos de un año cayó en mis manos el volumen integral de "Las 7 Vidas del Gavilán", con guión de Patrick Cotheas y dibujos de André Juillard. Ahora que lo he releído estoy aún más convencido, si cabe, que es uno de los mejores cómics europeos de los últimos diez años. Juillard dota a los personajes creados por Cothias de fuerza, de movimiento, de humanidad... Da igual que sea el rey de Francia o la madre de Ariane, intentando proteger a su recién nacida de la fría nieve; porque Juillard dibuja una nieve fría.
La historia se enmarca dentro del cómic de aventuras histórico, en la línea de "Los Pasajeros del viento" del genial François Bourgeon, con cierto toque realista-mágico, en ese sentido se acercaría más a "Los Compañeros del Crepúsculo, también de Bourgeon. Cotheas hila una historia compleja donde dos tramas se van uniendo poco a poco. Todo ello con unos personajes complejos, emocionales y (una vez más) humanos. Creo que es esta baza donde siempre ganan los franceses (en el cómic, en la música...): siendo "Las 7 Vidas del Gavilán" un cómic claramente "comercial" tiene una riqueza y una calidad "adulta" casi imposible de encontrar en el cómic comercial americano (actualmente un poco menos, la verdad sea dicha).
Quienes lo hayan leído sabrán que la última página del séptimo capítulo caía como una losa aparentemente cerrando la historia para siempre (con una carta a modo de despedida). Era uno de esos finales que te dejaban tieso. Pero, sorprendentemente, las aventuras de Ariane, Germain Grandpin y el viejo gavilán no terminan con esa carta...
La historia se enmarca dentro del cómic de aventuras histórico, en la línea de "Los Pasajeros del viento" del genial François Bourgeon, con cierto toque realista-mágico, en ese sentido se acercaría más a "Los Compañeros del Crepúsculo, también de Bourgeon. Cotheas hila una historia compleja donde dos tramas se van uniendo poco a poco. Todo ello con unos personajes complejos, emocionales y (una vez más) humanos. Creo que es esta baza donde siempre ganan los franceses (en el cómic, en la música...): siendo "Las 7 Vidas del Gavilán" un cómic claramente "comercial" tiene una riqueza y una calidad "adulta" casi imposible de encontrar en el cómic comercial americano (actualmente un poco menos, la verdad sea dicha).
Quienes lo hayan leído sabrán que la última página del séptimo capítulo caía como una losa aparentemente cerrando la historia para siempre (con una carta a modo de despedida). Era uno de esos finales que te dejaban tieso. Pero, sorprendentemente, las aventuras de Ariane, Germain Grandpin y el viejo gavilán no terminan con esa carta...
"Pluma al Viento" continúa el relato, tal y como se puede apreciar, en las colonias. Lejos de alargar la historia innecesariamente, todo parece estar en los planes iniciales de Cothias, verdadero narrador maquiavélico (aunque en el cómic hay un personaje que presume de manejar los actores a su antojo... con una cara muy parecida a la de Jodorowski, por cierto). "Pluma al viento" es una continuación coherente de "Las 7 Vidas del Gavilán": dibujo maravilloso de Juillard, muchas aventuras, duelos a muerte y la sombra de Hergé, que es alargada. En todo caso le faltan páginas, aunque "Las 7 vidas..." cubría 25 años en siete tomos, "Pluma al Viento" hubiese necesitado más que cuatro, aunque la acción transcurra durante apenas 3 años.
No importa, después de lo que ocurre en las primeras páginas del primer capítulo es evidente que la saga no ha terminado...
Au suivre...
domingo, octubre 09, 2005
Bury me in stone
Intentar describir la humanidad realista y la verdadera amabilidad de la creación de Paul Chadwick requiere mucho más que palabras o dibujos. Ronald Lithgow, ex-escritor de discursos senatoriales, ha sido, um, alterado por fuerzas alienígenas. Su cerebro vive ahora como un cuerpo monstruosamente pesado y duro como una roca.
Desde que lo descubrí en un volumen editado por Norma ("Historias completas 1986-1989") nunca he dejado de pensar que Paul Chadwick y Concrete son los dos secretos mejor guardados del cómic americano. Digo "secretos" porque en España apenas se ha publicado: el citado libro de Norma que contenía historias aparecidas en Dark Horse Presents; "Extraña Armadura" (una especie de secret origin de Concrete) y "Killer Smile" (menor, pero interesante). Supongo que la menor "trascendencia" internacional (si lo comparamos con, por ejemplo, Spawn) se debe a que tanto Chadwick como su criatura son dos gigantes silenciosos y tranquilos.
Ron Lithgow, encerrado para siempre en un cuerpo rocoso por unos extraterrestres con inquietudes científicas pero poco sentido de la ética, intenta que ese "accidente" no sea una obstáculo para continuar una vida normal. Dentro de lo posible, claro. Acompañado de Larry Munroe (su ayudante), Maureen Vonnegut (una científica que estudia su cuerpo alienígena) y su perro cojo Trípode, Ron aprovecha las ventajas de su nuevo cuerpo para realizar proezas como cruzar a nado el Atlántico o escalar el Himalaya y, en definitiva, viajar a todos esos sitios de los que había leído cuando era joven. La nueva vida de Ron implica una fascinación cada vez mayor por el mundo que le rodea, haciendo del monstruo el menos monstruo de todos.
Respecto al otro gigante, Paul Chadwick, éste parece empeñado en enseñarnos todo un mundo secreto que no se ve a primera vista. Ya sean madrigueras de zorros en los desiertos de Los Ángeles o la fauna marina que pueblan sus playas; o los sentimientos más escondidos de los personajes de su obra, como dice Ellison tan llenos de humanidad y realismo. Basta con leer las palabras del bueno de Concrete.
Podría encerrame en mi mismo. Como en una costra fría pero también puedo salir adelante. Abrazar la vida, pese a todo. Porque algo de ella está siempre ahí, aun para los que estamos heridos o mutilados. Que -creo yo- somos todo el mundo.
lunes, octubre 03, 2005
Cena
Pavo Asado con Guarnición
INGREDIENTES (para 6 personas)
1 pavo / pavita de unos 3,5 kg
3 manzanas
10 ciruelas secas sin hueso
una copa de jerez
media copa de agua
media copa de aceite de oliva virgen extra
tomillo,
1 ajo
sal,
pimienta negra
MODO DE PREPARACION
Se limpia el pavo tanto por fuera como por dentro. Para limpiar su interior, se coge un trapo o papel húmedo y se quitan membranas, etc. Salpimentamos por dentro y por fuera.
Rellenamos el interior del pavo con las manzanas sin la piel ni el corazón, partidas a cuartos, junto con las ciruelas que hemos puesto a remojo con agua una hora antes. Se utilizara preferiblemente manzana reineta de la clase pequeña. Cerramos el interior del pavo con un palillo y atamos sus patas, para que no se abran, mientras se asa.
En un mortero se machaca el diente de ajo, hasta que quede totalmente pastoso. Se echa una copa de jerez, media copa de agua y media de aceite de oliva, un poco de sal, pimienta y tomillo. Se mezcla bien. Colocamos el pavo en la fuente para ir al horno. Untamos el pavo con un poco de aceite de oliva y lo rocíamos con un tercio de la mezcla que hemos preparado en el mortero. El resto reservamos.
Introducimos el pavo en el horno, previamente calentado y lo horneamos a una temperatura entre 180 y 200 º C.
De vez en cuando se le rocia con la mezcla que hemos preparado en el mortero y nos encargamos de darle la vuelta una vez, para que la parte de abajo también quede crujiente. Siempre que veamos que el pavo se puede estar secando, lo rociaremos con la mezcla. Es decir, tantas veces como consideremos necesario.
Introducimos el pavo en el horno, previamente calentado y lo horneamos a una temperatura entre 180 y 200 º C.
De vez en cuando se le rocia con la mezcla que hemos preparado en el mortero y nos encargamos de darle la vuelta una vez, para que la parte de abajo también quede crujiente. Siempre que veamos que el pavo se puede estar secando, lo rociaremos con la mezcla. Es decir, tantas veces como consideremos necesario.
Calculamos entre dos horas y dos horas y media de tiempo de horneado. Este tiempo es aproximado porque depende también del tipo de horno.
Cuando ya está hecho, se coloca el pavo en una fuente, se le quitan las cuerdas con las que hemos atado las patas y se sirve junto a la guarnición que hayamos escogido, (patatas asadas enteras, puré de manzana, cebollitas francesas, coles de bruselas, etc). Se acompaña del jugo que ha soltado el pavo al asarse que se sirve en una salsera.
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Cuando Luís García-Berlanga era Profesor en la Escuela de Cine solía pedir a los alumnos en los exámenes que le dijesen las tiendas que había subiendo la Gran Vía madrileña desde Plaza de España hasta Callao; para Berlanga un cineasta que no tuviese los ojos abiertos a lo que ocurría a su alrededor no era cineasta ni era nada.
“Plácido” (1961), aunque el título iba a ser originalmente Siente un Pobre a su mesa, es el ejemplo más claro del Berlanga “sociólogo” (como dice Umbral), que no se conforma con mirar a los lados sino más y más adentro; metiendo el dedo en la yaga hasta el codo. Se podría llamar, crueldad, mala leche, o simplemente poner un espejo delante de la sociedad; unos de esos espejos que deforman la imagen… pero mucho menos de lo que uno piensa. Viendo “Plácido” a uno le suenan todas esas historias de el qué dirán, burocracias asesinas, hipocresía religiosa y gente que piensa que el dinero no es un problema (porque le sobra). Como dice el siniestro villancico final:
En esta tierra ya no hay caridad
Ni nunca la habido
Ni nunca la habrá…
Pero más allá del Berlanga sociólogo quedó, queda y quedará el Berlanga cineasta; el mejor que dará nunca este país (quizá soy un exagerado, pero visto lo visto…) Porque si bien películas como “Bienvenido Mr. Marshall”, “El Verdugo” o este “Placido” muestran una sociedad española (aparentemente) superada, cosa que te importa un pimiento cuando las ves. Los guiones de Berlanga, (en este caso con Rafael Azcona; otro que tal baila) son perfectos, casi todos, eso sí gestados a partir de la noticia de un periódico; los diálogos milimétricos, nada sobra, hasta el punto que hay cambios de última hora en la sala de montaje; como director Berlanga es un virtuoso de el plano secuencia y la dirección de actores que requiere… Y vaya actores, por cierto. En “Plácido” un José Luís López-Vázquez perfecto en el hijo de papa manipulador y arribista; Cassen debuta en el cine como el pobre Plácido que lucha por pagar la primera letra de su motocarro y luego el “equipo habitual” de aquella época: Manuel Alexandre, Antonio Ferrandis, Amparo Soler Real, Luís Ciges y el resto de los “cómicos” que poblaban el cine español por esa época; gente que vivía de la actuación desde niños y que poco sabían de escuelas de cine o Goyas en vinagre. El planeamiento, nudo y desenlace de la boda entre el Pascual y la Concheta es una obra maestra dentro de la obra maestra.
Hace poco alguien me preguntó quién era mi director favorito (a quién se le ocurre).
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Cuando Luís García-Berlanga era Profesor en la Escuela de Cine solía pedir a los alumnos en los exámenes que le dijesen las tiendas que había subiendo la Gran Vía madrileña desde Plaza de España hasta Callao; para Berlanga un cineasta que no tuviese los ojos abiertos a lo que ocurría a su alrededor no era cineasta ni era nada.
“Plácido” (1961), aunque el título iba a ser originalmente Siente un Pobre a su mesa, es el ejemplo más claro del Berlanga “sociólogo” (como dice Umbral), que no se conforma con mirar a los lados sino más y más adentro; metiendo el dedo en la yaga hasta el codo. Se podría llamar, crueldad, mala leche, o simplemente poner un espejo delante de la sociedad; unos de esos espejos que deforman la imagen… pero mucho menos de lo que uno piensa. Viendo “Plácido” a uno le suenan todas esas historias de el qué dirán, burocracias asesinas, hipocresía religiosa y gente que piensa que el dinero no es un problema (porque le sobra). Como dice el siniestro villancico final:
En esta tierra ya no hay caridad
Ni nunca la habido
Ni nunca la habrá…
Pero más allá del Berlanga sociólogo quedó, queda y quedará el Berlanga cineasta; el mejor que dará nunca este país (quizá soy un exagerado, pero visto lo visto…) Porque si bien películas como “Bienvenido Mr. Marshall”, “El Verdugo” o este “Placido” muestran una sociedad española (aparentemente) superada, cosa que te importa un pimiento cuando las ves. Los guiones de Berlanga, (en este caso con Rafael Azcona; otro que tal baila) son perfectos, casi todos, eso sí gestados a partir de la noticia de un periódico; los diálogos milimétricos, nada sobra, hasta el punto que hay cambios de última hora en la sala de montaje; como director Berlanga es un virtuoso de el plano secuencia y la dirección de actores que requiere… Y vaya actores, por cierto. En “Plácido” un José Luís López-Vázquez perfecto en el hijo de papa manipulador y arribista; Cassen debuta en el cine como el pobre Plácido que lucha por pagar la primera letra de su motocarro y luego el “equipo habitual” de aquella época: Manuel Alexandre, Antonio Ferrandis, Amparo Soler Real, Luís Ciges y el resto de los “cómicos” que poblaban el cine español por esa época; gente que vivía de la actuación desde niños y que poco sabían de escuelas de cine o Goyas en vinagre. El planeamiento, nudo y desenlace de la boda entre el Pascual y la Concheta es una obra maestra dentro de la obra maestra.
Hace poco alguien me preguntó quién era mi director favorito (a quién se le ocurre).
Sin pensarlo dije Berlanga.
En fin.
-Uy… tenía que haberme visto en la guerra.
-¿La de África?
-No, la austrohúngara…
En fin.
-Uy… tenía que haberme visto en la guerra.
-¿La de África?
-No, la austrohúngara…